La fuerza o contundencia de este libro Sangrías, de Adriana Tafoya, está marcada desde el primer poema Sanguíneas I. El poema en cuestión es un verdadero epígrafe, por que contiene lo que trata, lo que consanguíneamente resuelven todos y cada uno de sus 18 poemas componentes. Familia breve, si se quiere, pero sangrante. No deja cielo sin herida, es una gran metáfora que le da "una especie de eternidad al estilo", según dice Proust a propósito de Flaubert. En Sangrías la autora le confiere esa cualidad. Todo es sangre, aunque "decolorida", la que fluye las heridas que trasiegan al libro. Esas metáforas internas que dan cuerpo a los versos nos elevan a un nivel de emoción; anhelo supremo de la poesía. Adriana Tafoya se une aquí a una tendencia que le es favorable, el "yo pancreator", la primerísima persona, "apago la luz / mis ojos se mueren / con el zumbido de un pájaro / que me traga / que me esparce", la que habla, la que escribe, la que da de sí con intensidad, sin reticencias, poemas cuyo fuero interior nos somete, nos hace sus convictos.
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Adriana Tafoya es una poeta que no reniega de su genética demoníaca. Para cumplir su misión; le es permitido caminar entre los hombres a fin de mostrarles los paisajes del Seól que todos llevan dentro. Su poética es un conjuro que se invoca, forzosamente, desde la concentración de las tinieblas, su alquimia, refleja veneración por los malos hábitos, a la vez que se propone alcanzar, un exquisito refinamiento de las perversidades que opacan el espíritu humano, sí, pero también, y al mismo tiempo, dan cuenta de su capacidad de renovación. Sangrías es un libro rojo, sangre del autor que ha sido derramada para todos nosotros. En este compendio, Tafoya se ocupa de estudiar, acuciosamente, a través de 18 poemas, la miserable condición del hombre contemporáneo, más allá de las corrientes realistas y bien lejos del drama vulgar que por desgracia parece dominar la poesía existencial del presente.
Ramsés Salanueva
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