Recién editado por El Aduanero (de Horacio Romero) en una edición elegante con papel algodón y el título resaltado en plata con un fondo vino, llega el tercer libro de la poeta mexicana: Sangrías. Aquí algunos de los comentarios sobre el provocativo libro.
Adriana Tafoya tiene, respecto al infierno, derecho de picaporte. Entra y sale de él cuantas veces le parece necesario. En este movimiento, su numen asume la encomienda de ponernos en relación con el lado oscuro de la sangre, la podredumbre que atraviesa de puntitas por la sala o la crónica de cómo un padre "rompió una paloma". Posee, además, la virtud de rescatar para la poesía toda esa realidad ―no sólo de brasieres, calcetines y pantaletas, sino de sangrías, eyaculaciones y "feroces improperios"― que se despliega en los escondrijos de la cotidianidad. Adriana realiza esos terroríficos itinerarios al averno ―a un báratro sito a lo largo y a lo ancho del aquende― porque "no podemos disimular nuestra basura".
Enrique González Rojo
La fuerza o contundencia de este libro Sangrías, de Adriana Tafoya, está marcada desde el primer poema Sanguíneas I. El poema en cuestión es un verdadero epígrafe, por que contiene lo que trata, lo que consanguíneamente resuelven todos y cada uno de sus 18 poemas componentes. Familia breve, si se quiere, pero sangrante. No deja cielo sin herida, es una gran metáfora que le da "una especie de eternidad al estilo", según dice Proust a propósito de Flaubert. En Sangrías la autora le confiere esa cualidad. Todo es sangre, aunque "decolorida", la que fluye las heridas que trasiegan al libro. Esas metáforas internas que dan cuerpo a los versos nos elevan a un nivel de emoción; anhelo supremo de la poesía. Adriana Tafoya se une aquí a una tendencia que le es favorable, el "yo pancreator", la primerísima persona, "apago la luz / mis ojos se mueren / con el zumbido de un pájaro / que me traga / que me esparce", la que habla, la que escribe, la que da de sí con intensidad, sin reticencias, poemas cuyo fuero interior nos somete, nos hace sus convictos.
Raúl Renán
"Sangrías" es la incursión más que desafiante, directa de la poeta a situaciones incómodas, es la forma de quebrar aquello que se encuentra obstaculizando la respiración con versos como piedras y vientos de esquirlas cristalinas, el paso del lector se convierte en una pesadilla, diversas realidades como el apenas sugerido desprendimiento de la vida, el incesto, el abuso sexual, provocan el horror. Un lenguaje de ratas, sangre deslavada, gangrena, amputadas piernas aparece a lo lago del cuerpo poético, la poeta pocas veces tiene compasión, en muy pocos momentos nos provee de imágenes donde la bondad levante la mano.
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Refugio Pereida
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Adriana Tafoya es una poeta que no reniega de su genética demoníaca. Para cumplir su misión; le es permitido caminar entre los hombres a fin de mostrarles los paisajes del Seól que todos llevan dentro. Su poética es un conjuro que se invoca, forzosamente, desde la concentración de las tinieblas, su alquimia, refleja veneración por los malos hábitos, a la vez que se propone alcanzar, un exquisito refinamiento de las perversidades que opacan el espíritu humano, sí, pero también, y al mismo tiempo, dan cuenta de su capacidad de renovación. Sangrías es un libro rojo, sangre del autor que ha sido derramada para todos nosotros. En este compendio, Tafoya se ocupa de estudiar, acuciosamente, a través de 18 poemas, la miserable condición del hombre contemporáneo, más allá de las corrientes realistas y bien lejos del drama vulgar que por desgracia parece dominar la poesía existencial del presente.
Ramsés Salanueva
Lo puedes encontrar en El Atrio (Orizaba 127. Roma), El Hallazgo (Maz atlá.ondea)El Péndulo (Nuevo León 115. Condesa), El Laberinto (Donceles 74. Centro). Y en los cafés, bares, cantinas, calles, camiones, micros y en el metro, de mano en mano, por todo el DF.