Del
poemario Animales seniles (Editorial Andrógino, Verso
Destierro, 2005).
Animales
seniles
Al
cuerpo de Andrea
V
Envuelta
en el cristal
del
vítreo y quebradizo ataúd
húmeda te encuentras
para que nadie te empañe
de sus gruesas pupilas
de lascivos ancianos
de pómulos resecos
rodeas tu cuerpo
con ramilletes de encarnadas gardenias
que aroman con el perfume
de un animal negro y yerto
carne de cera
tu mano
que
curvada y elástica
te arropa
el lánguido pudor de la cara
la ceniza
pelusa en tus pestañas
indicios de la tierra
donde tus ojos fueron sepultados
pausa el tiempo
te germinan ángeles antiguos
también velludos gatos enroscados
que retorciéndose levemente
se estremecen
bajo las satinadas mantas
En
este matraz ornamental
no te
quebranta el dolor de las caricias
ni el
desgaste por el tacto
La
mordedura de la boca
carna otros labios
que develan de la muerte
su nítido e invisible significado
El derrame
de tu cabello
embadurna
de sombra
el descenso
hacia los pies
minúsculos pequeños
y atrofiados
Nacer bajo las gasas del luto
ondularse
inmune
al daño
al tedio
al espanto
y laxa al fin
no
florecer más
en los jardines
agria
seda
desvaneciéndote
VI
Traspasamos
el portal con los labios impregnados de violetas
para mamar las ponzoñosas carnes del mito
membranas que enlazan en hirvientes rosas profanas
árboles flotantes de frutos geométricos
amargos y palpitantes de carroña
son sangre frutal
que
se altera
se extingue y enflora
donde
explotan granadas
caliente granizo rojo
en las ramas del cielo
¿para qué buscar el paraíso?
si
tenemos este polvo que hormiguea de tan vivo
con
sus múltiples niños apoyados en sus diminutas manos
para
nacer torcidos de la ennegrecida tierra
se
esparcen
se destrenzan
y son muñecas
órganos no de la entraña sino de las formas viscerales
no y
sí del mirto que aprieta
un reloj en sus grecas
que enraíza
a la vez que se desprende
de este terreno terminal y breve
en el
que duermen siniestros cisnes y canosas libélulas
donde
los chupamirtos son flores
y se
desgarran en lujuriosas y azules naranjas
que al comerse desnudas
en el pliegue de la entraña
son agujas que se ensartan y trenzan
entredevorándose dentro de los cuerpos
he
aquí el infierno
VIII
Con
este viento tembloroso
con el
frenesí de estas arenas
recoge
en tus manos la húmeda canícula
amado y violento hermano
Hoy
que sopla la claridad del sonido
hoy
que flota el no dulce color de las toronjas
que
reposan sobre la negra tierra
recoge
tus manos y toma
mis
ofrendas
si nadie piensa como tú
estás
solo
te
conviertes en boceto puntilloso
de trazos y señales
sombreado por la soledad de las ideas
Ahora
que las aguas huelen a ese pez desconocido
que
aprietan las mujeres con sus piernas
después
de pasar las noches
dulces
de leche entre los labios;
acércate
a la orilla
y bebe
mis frondas
contempla
míralas
brotar en una barca
sus
tres blancas casi grises y largas cabelleras
chorrear
como espuma en equilibrio sobre las olas
seniles
y desnudas con los cueros frotados de caricias
agridulces
y delgadas
con la
virginidad que la vejez otorga
los
senos insípidos y el vientre estrangulado
y con
las duras y despostilladas rodillas de las plañideras
Mujeres
sin fin
Las he
tomado por la boca
Las he
anudado una a una
Con
esas cuerdas de los filos más cortantes
Para
abrirles los pétalos
Para
comer el sabor a libro viejo
que se
desprende del aliento de sus sexos
Tómalas
hermano
y con
la sangre de cien toros
inúndalas
la lujuria no tiene cuerpos
ahora
que la muerte se abre
y no queda más
que la ceniza de mi sombra.
Barro
tibio
XII
Cuánta
belleza carga Susana
es
difícil decidir de sus reflejos el más bello
Un
hueco, la cavidad de la voz
el arco del pie
la
luna del dedo
Su
piel es espuma de nata
su
vello, una sombra al carboncillo
Regreso para besarla
Camina
con la canasta seca de las frutas
que
sostiene el teclado de sus dedos
y un teñido vestido
con la
fresca tinta de las frambuesas
vaporoso
la envuelve
Bella
es Susana
le
lagrimean los cabellos
Pero
se traga el viento las hojas
y caen
muy delgadas las aguas
El
fruto es la unidad de lo finito
y los
pájaros de tan maduros revientan
Se
guarda Susana
y
tiene miedo
presiente
rostros oscuros y añejados
como aceitunas negras
se abriga de soledad
en el
recipiente de su casa
escucha
resuellos, murmuraciones
el
sonido es el golpe de la violencia de las cosas
Grita,
insulta
pero
la palabra sólo rasguña
Siente
que un mar sucio, espeso
la rodea, la aprieta
lame
las lunas de sus uñas
le pasa el dedo por la planta del pie
la
manosea
con
numerosas manos la unta
con la
tintura de un sexo
que se
vuelve una bestia
de
ojos cuajados
Un
racimo de testículos
la
aporrea, le rellena la boca
Ella,
se calla (enmudece)
(No
hay nada más frío que las claras yemas de una novia)
Susana
es un arroyuelo de cabello
Los ancianos le miran
y son
verrugas hinchadas de malicia
Para
besarla ya no regreso
Susana
se deshace
y
desaparece
Tres
cabezas sobre la charola
(Fragmento)
Paso
las manos por los cientos de hoyos
de aquel muro tejido
que guarda viudas arañas
que tranquilas reposan masculinas
en sus blancos nidos
nudos de cabello
gruesos y lustrosos
negros como tinta
carnados como piernas
que ansiosas se levantan para rozar mis dedos desnudos,
humectas salamandras
del
color del azafrán.
Recuerdo
lo rancio
el escalofrío
mis nerviosos nudillos
queriendo despedazar el contagio ideológico
la
luz enferma que salpica mis sienes
que
hace que la inteligencia le siente estúpida
a la
vida de animal desgreñado y deforme
que
impotente se sacude
y se esconde
mordisqueándose
la estopa, los cuchillos,
la desesperación
Pasé
las manos,
por
cientos de hoyos
en
aquel muro tejido
Demasiados
dedos para rascar
en el libro de mis costillas
en las
agrietadas jardineras
y desenterrar los diminutos cráneos
de los pájaros fetichillos
que me
recuerdan
a la
rata,
a la
perra,
a
la gata vieja,
que me
sangraban
los
talones de los tobillos
Poseo
el recuerdo
de que
la tierra es de sangre seca
de que
son lastimeros y sobrenaturales
los gruñidos
en lo
negro
los mordiscos
el
llanto de los niños
recién
nacidos que corretean
y
saltan cenizos por las azoteas
Se
levantan y rozan la desnudez de mis dedos
arañas desgreñadas y deformes, las tres cabezas
que hacen que me duela
que no haya un solo tiempo
Del
poemario Enroque de flanco indistinto (Mezcalero Brother’s,
2006).
Enroque
de flanco indistinto
El
tablado
fragmento del
frenesí
hirviente porción de mentalidades
semidotadas de un raciocinio diestro
que juega a jalonear
su limitada realidad
en
el universo atemporal de un tablero
tablón de cuerpo a cuadros
con el alma hecha frustración
Un
ajedrez es el zurdo imperativo
que
degustado con detenimiento
se
transforma en un fenómeno ubicuo
él es
el
prudente peón apoyando la defensa
la
gota de sudor y la mano humecta
palma
en la que tiemblan los dedos
por el
doloroso dulzor del estrés
es la
tabla donde se conmueve al mundo
y predispone con cada movimiento
al
sismo del acto
masivo a
las tropas de combate
para enviarlas con impunidad y sin escrúpulos
al más caprichoso o velado objetivo
escudriña posicionales y variantes posibles
encarna los dos enemigos
y el
quebranto emocional de sus reciprocas olas
si él se mutila se suicida la dama
y ante
este caos
esta conciencia
esta cuenca invertida
el
rey más sabio se confronta
se procura un pródigo mate
en
el absurdo de las partidas
descubre el juego y la fantasía de la batalla
la
real contienda acontece en sí
es
una lucha abierta contra el vicio y el miedo
comprende
que incluso con firmeza
la posibilidad más
acertada
se anula
si su traidor oculto
fermentado
en el mutismo decide el movimiento
cuánto
desasosiego nos embalsama
cuánta
congoja se padece al encarar un elemento destructivo
con
lamentable embeleso
nos
podemos encorsetar las espaldas
¿por
qué abstenerse?
el
poema
blanco
y el poema negro
son el
mismo verso:
universo
que captura entre sus líneas
toda
la poesía
Sobre
el juego
El
juego es una mirada en desmesura
transparencia
mórbida de una actividad que se despliega
es fruta que estalla en la boca
después del trauma de la mordida
borboteo de adrenalina límpida
por el barranco de las posibilidades
Puede
ser
pero no
El juego es la mentira más cercana a la verdad
tras otro intento del acierto
es la fiesta de las víctimas de un sueño
indeleble y concéntrico
En el
circo de dios el juego es un loco que posee la tabla de los muertos
El
tableteo de la sátira
I
Suelto
cabriolas desgreñadas
sobre
las alfombras del paisaje
arqueo mi cuerpo
rodeado
de ciruelas, crisantemos
un morado de flores resecas
y el
mordaz sabor de los arándanos
busco
camorra
salto
arranco
cerezas
desangro
ramos
en el
vello de la tierra
crecen
dedos suculentos
los
corto de un tajo
caen
los dedos
y aún
en el suelo
se
agitan
con el
ahogo del llanto
troncho los fetos recién florecen
mato los pájaros
II
Jadea
el viento
se
inflaman las mareas
el mar
mortecino
se
moldea en azulado abismo
suelo
comerme las sirenas
sirenas
rojas enroscadas en las costa
de
escamas sombrías como las ojeras
las
arrastro lejos de la cueva de los sátiros
al
vapor negro de las sombras
donde
el musgo es
de
mojado tabaco
se
desangrarán docenas de ellas
quedarán
secas
disecadas
por el viento
condenadas
a quebrarse
al
quebranto sobre la sucia tierra
III
Yo la
pequeña y dulce cara de niño
soy la
dama de espesas crines
una
cabeza en la ventana
de
carne y pelos
la
miel de la piedra soy
el
sátiro
y la
vellosidad hiriente
de todos ellos
el
vaivén de los perros sobre las caderas
los
lengüetazos
perros y sus testículos golpeando
entre las patas
aún
no hay música para mi canto
aún no hay flores para mi boca
ni laúd ni ocarina ni arpa
soy un
violín de gruñidos oxidados
creo en el silencio
vivir bajo el tablero
en espera de la nueva guerra
IV
Se
descarna la mañana
y de
pronto me encuentro sin memoria
sólo oro quemado
ante
las arrugas del cielo
se me
rompen los pasos
como
las tostadas hojas
de los
árboles muertos
nada sabrán
sobre mí
no
sabrá nadie sobre mi sexo
aunque
todos lo conocieron
en
esta tierra manchada con el excremento
de las moscas
todo
lo borra el tiempo
ni el dolor se salva
todo
lo que olvidamos
nos
hace existir menos
todo
lo que se olvida
nos
hace existir menos
menos soy
cuando
menos recuerdo
soy menos
cuando menos recuerdos tengo
no recuerdo soy menos
no recuerdo
Todo lo que fui se esconde bajo las hojas
Del
poemario Sangrías (Ediciones El Aduanero, 2008).
El
matamoscas de Lesbia
Regreso
agitada y burbujeante
presionando con los dedos
el cuello
del cristal que envuelve al vino
Regreso
redonda y satisfecha
frondosa y perfumada
con
las carnes tambaleantes
y
envinados mis sabrosos frutos
él
dijo:
me
molesta tu perfil
de
gesto seguro y suficiente
sólo
eres una mosca gorda
mosca negra peluchuda
e inflamada
de
siniestros pelos
Ruedo
por la inmensa cama
Me
desprendo de una tela
entallada y descosida
le
confirmo
que
soy negra y sucia
negra de carne dulce
carbón
de azúcar
mosca
exótica con vientre acústico
forrado de terciopelo
una cajita pequeña de resonancias
Confirmo
que soy negra
y
deliciosamente gorda
y que
en alguna parte olvidé las pantaletas
él
dijo:
me
enoja cuando bebes
arrogante
elevas el meñique de tu mano
eres perra añeja
que provoca
carnívoros
deseos
dan
ganas de hacerte tierra
y
cocer un jarrón de tu barro
Sonrío
me acomodo
y le reitero
que
soy negra y mala
negra
de labios gruesos,
que la
forma de la hembra madura
se impone
y
concentra la elegancia
de lo
abundante,
le da poder al cuerpo
que
tengo los pezones zarzamora
que estoy desnuda
y se me dibujan grietas
que
adornan mis nalgas
con la
textura del satín
él
dijo:
me
haces falta
Adormilada
abro
las piernas
que
atesoran mi sexo oscuro
inflamados sus pequeños olanes magenta
en
esta flor clava su lengua
no me
molesto con él
sé que
tiene hambre
El
tierno algodón del cielo
Mira
llagarse el negro azul del cielo
su
sentimiento se trasmina
Ve
cómo el agua pesa
mira
ven
pequeña
siéntate
en mis piernas
te voy
a contar un cuento
sobre
el metal negro en las muñecas
de
cómo mi padre rompió una paloma
de la
humedad en las lágrimas
y la
belleza del sufrimiento
de
cómo recojo tus manos
con
bochorno y sofoco del aliento
y se
te mojan los frágiles poros
dilatados
por la incertidumbre
Mírame
lentamente pequeña
porque
es nervioso el remordimiento
y
lamer orina de tus labios
es
perder la visión
en un
parpadeo pardo
e
inquietante
en el
cual me encrespo
exudo
te aprieto
porque
el placer se enreda en mi
penetro
embisto invado
exploto
serpiente
y no me contengo
para
entregarte ese sufrimiento
que
nosotros llamamos amor
ven
pequeña
vamos
a casa
cierra
las piernas
y
levántalas
que el
cielo se estremece
y ya
se ve caer el delgado trazo del agua
mira
cómo se derrama en todo la sombra
sin
embargo creo que aunque no se ve
el
blanco algodón del cielo
está
manchado de sangre
Quebradiza
Apago
la luz
mis
ojos se mueren
con el
zumbido de un pájaro
que me traga
que me
esparce
y no
deja guarecerme
de la
lluvia y de mi cara
de los
cantos del dolor
que el
sonido marca
en las paredes
con
los rasguños
trozados
en mi espalda
cuando
me fui con los hombres
para no buscarte
y con
algunas parejas
para
no envidiarlas
¿por qué me dejaste?
La
carne grita de mi cuerpo
El
abandono de mí es desposeerme
desgarrarme el vientre y odiarte
para
querer morderte la lengua cuando me beses
y dejo
caer mi cabello
caer
los labios menguados
mis ojos se mueren
en el
silencio del sonido me alejo
de los
colores del misterio
para
arrinconarme
cerca de ti
con los pies amoratados
Encarnadura
Mi
madre es un ojo en la tina
abro la llave
para
hidratar el filo de sus párpados
y
empapar mis extremos
desmembrándolos
con el
mirar oxidado
espejo roto
del aguaje
sangro
espeso
desbordo
vísceras
tengo
el vientre retacado
y el
pecho lleno de intestinos
la
piel que se desprende
es una
niña muerta
de
carne blanca y transparente
bulbo
de numerosas pieles de cebolla
que
parpadea
y le
trasminan las venas
pequeñas
y magentas
flotantes
en sanguaza
Recién
nacida soy un huevo
menguante
y agrietado
por los límites del agua
salgo
de la tina
Jalea
de pájaros
(Extractos)
¡No
juegues con las profundidades del otro!
L.Wittgenstein
I
Exprimir
pájaros amargos
picaflores dulces
para extraerles
el canto
y su néctar
zumo muerto
que
mancha del negro color
de las
ojeras
II
Se
esparce el humo aroma del canto
perfume
de pájaros exprimidos
calladamente
amortajados
con pirul
dentro de la olla
III
Déjenme
morir sin dios
No
claven pájaros en mi cabeza
Quiero
caer llorar
gruñendo
gritar al verme
sin
piernas ni manos
Que el
dolor y el pánico me enciendan la mente
que
mis pájaros sangren al estrellarse
contra
el hocico del miedo
y sólo quede tizne
tiznón
del perverso canto
que
miente y dice caerá el sol sobre la tierra
y aún
moribundo arrasará los campos
Sufrir,
quiero retorcerme y sufrir
en el
concreto del cráneo
que me
trisque la nada
en la
amargura de la niebla
que
venga la muerte a humedecerme
con la
mordida del dolor
Sólo
déjenme morir solo
tranquilo
en la sombra
sin la
estúpida intromisión de dios
IV
Jamás
podremos herir al cielo
pero
sí a sus pájaros
derribarlos
uno a uno
con
los truenos
de un
rojo y pequeño revólver
de
gatillo brillante:
vértebra
del trueno
relámpago
Y no
será sangre lo que salpique a las manos
sino
un azul terrible inmenso
porque
la mar no se repliega
nunca
mar fue manso
pensar
en su hechura da miedo
porque
el mar es la muerte
porque
la muerte
todo el tiempo fue agua
y el
agua
todo tiempo
ha sido cielo
Del
poemario Los rituales de la tristeza (Inédito).
La
belleza de empollar huevos azules
para
desteñir de nuevo el cielo y entinte de mar el sol
Últimas
palabras a Mariana
antes
de ser destruida por el serrucho de la muerte
Separa
el torrente de la cabellera
Mariana
querida
y deja
te penetre la belleza
(la
verdadera)
La que
desgarra por cuchillo de mil uñas
rebana
músculos y se eleva hasta la mente
La que
destroza mitos, la que aplasta deidades
La que
destruye historias y falsos versos
en la
hermosura de un trueno a la una de la tarde
y más
aún, su voluntad el viento
azotando
árboles, arrancándole
pájaros
a los nidos
entregándolos
a su fragilidad, a su inútil muerte:
tronido
estrellándose música contra el cielo.
La
longeva belleza Mariana
Cómo
reconocerla cuando ella alumbra
O
apaga los caminos de tu yo
que se
destroza hecho trizas como el tiempo
embarrado
al que pudo ser tu yo
Caracol
dejando residuos de lo que pudiste ser:
el
negro florecimiento de un cuervo para la inteligencia.
Aún
sin saberlo
ella
está ahí, desnuda sobre cenizas:
(la
belleza) lechón negro en charola de plata
en el
sudor frío de la piedra
en un
sueño encharcado
en
bocacalles y casuchas mojadas
en el
chapoteo de los viejos y grandes barcos
destejiéndose
rojizo mar
—limo
descuajado en agridulces siniestras natas—
Ella
estará ahí
hecha mar
y en
el mar sobre la arena (espuma)
guadaña
que regresa
otra
una y otra vez
para
segar las piernas
de los
que en paz caminan
descalzos,
humedeciendo deseos
sin
querer nada.
Vamos,
separa los dedos
abre
la mano y digamos
que si
la belleza es manzana
y nace
para morderse
muérdela,
para de ella nutrirte, Mariana
y
tener algo más que espíritu
algo
más profundo que no el ánima
más
interno [donde se realiza el Acto
que te
da la esencia]
y no
sea simplemente el alma.
Guardemos
todos pájaros bajo la falda
Alejémonos
de la absoluta blancura
de
pechos minimalistas y lunas griegas
Césares
castrati y ángeles perversos.
De sus
volantes y sus frunces, alejémonos
dejemos
de flotar en la espuma de esas mentas
—que
somos polvo maliciento—
mantengamos
los dedos activos
aunque
sean silencio las notas del piano
y
estén vibrosas, toqueteantes por aquí y por allá,
las
teclas de este enorme amante negro.
Guardemos
hombres y mujeres bajo las faldas
pajarillos
de todos colores,
tibiemos
la piel de madre-humedad
para
que no aleteen pequeñas sus pestañas por el frío
y
suden consuelo en el aislamiento.
Seamos
oscuros
y
huyamos de la absolutista elocuencia del cielo,
apretemos
con las piernas tantos pájaros como se pueda madurar
hasta
que revienten de blancas y puras plumas
como
hacen las más tercas, temibles y amorosas muchachillas
con su
manchón de vellos.
Entonces
volarán los gorriones de la garganta
y
posible es —que sólo así— listos estemos
para
pertenecer al elegante mármol del cementerio y ser
un
puñado
de
flores agresivas.
De
la tristeza del poeta al bajar la marea
en la
mesa de lectura
Siempre
hay malos poetas
(afortunadamente
nos
vienen a leer —en verso sus incontinencias)
Algunos
tienen notables premios, otros
—como
yo— no los tenemos, pero
eso no
evita que como las olas
cada
cierto instante
regresemos
a estrellarnos contra ustedes
para
esculpirlos en escuchas
de la
poesía
(por
accidente)
al
igual que los peñascos
son
acariciados por los rumores del mar.
Innegable
es también
que si
no escribiéramos
nosotros,
los poetas malos (espuma de los mares),
los
grandes poetas no existirían
no
podrían formarse porque necesitan
a toda
costa
de
nuestras olas pequeñas
No
tendrían mar para crear sus tempestades
ni las
burbujas de las perlas para explotar
contra
todos (ustedes)
arrastrándolos
agua adentro
en sus
turbios aguajes
hasta
inundarlo todo
hasta
desaparecerlos
a
ustedes y sus gritos
con el
alarido de sus aguas
transformarlos
en mar mismo, desvanecerlos
en el
terrible
perverso silencio
de la
paz de la tierra
y
asimilarlos así, irremediablemente
convertidos
en poesía.
El
derrumbe de las Ofelias
Desconfía
que
tan importante es el silencio
que
necesario es no callar
Del
chapoteo de los lagos
desconfía,
del murmullo de los ríos
del
reflejo débil de los charcos
Porque
mujeres extrañas
se
sumergen en los mares
y en
cada estanque la silueta
de
alguna Ella
se encharcó
No son
hierbas negras
los
cabellos desmadejándose
entre
nenúfares enmarañados
Son
cabelleras destejiéndose en encaje
como
viejas telas en el agua
Extrañas
mujeres se ahogan en los estanques
y bajo
narcisos, reposan
Sus
cabellos en el agua se derriten
Se
sumergen, tal vez
cuando
el mundo
se
hace incomprensible
y
buscan respuestas tragando agua
Luego
sucede
lo contrario
y con
sus cuerpos nutren de sabiduría
al
pájaro, dan color a sus plumas
al
siervo que lame estas aguas, al hombre
que en
ellas se refleja
Desconfía,
porque ellas endulzan el agua
Se
nutren las flores
enrojecen
sus pétalos
ennegreciendo
los capullos
se
endurecen
ensombran
el aguaje
huele
a
hembras
Algunos
creen, incluso, que se vencen
y
flotan sobre el agua
sólo
para verse hermosas
Sus
pechos en el agua, qué delicia
verlas
de dios esconderse
entregadas
al sueño del agua
abren
las piernas
y dios
(desconfía)
no las
protege
no las
olvida
Porque
dios no fue creado para las mujeres
Y eso
es tan natural como hundirse en el mar
para ver
desde el fondo
piezas
de ajedrez revueltas
en el
puñetazo de una ola
Cadáver
con ciruelas sobre un lienzo azul
Al que
sabe caminar en el frío.
Vibrante
—vibrante
humo hierve
índigo azula en las calderas
balcones con herrajes
entre
pasillos paredes desteñidas
mojados
pasadizos
por escalerillas y desvanes
vibrante
azul
en las
grasas crenchas
de
esta ciudad.
No
piensa
es
sólo humo vibrante
hidratando
los hermosos harapos de la pobreza
sobre
los delicados cuerpos del hambre
azulaba
azulaba
entre
el polvillo de los libros
las espadas
metal
y sangre, todo Eterno se hace polvo
no hay
camino oculto
tenemos
hambre
en
nuestras bocas
son
plegarias los insultos,
los
silencios son piedad.
Azuloso
vibrátil
el
humor que cristaliza
dentro
de las casas rotas
donde
se amortajan
feroces,
los amantes de lo feo
tremendistas
los malditos, las amargas.
Con
los efectos de la mugre, somos otros
un
desgarre de lienzos polvorientos.
Será
que sólo vemos hacia abajo, como los muertos
sólo
nos es permitido mirar hacia atrás.
Azula
—todo
azula en plena descomposición
la
miseria, en los labios sabe a centavo
a
cobre azul
a pan
azul y fría anestesia
medio
rostro dormido
para
reconocer que somos otros
con
los rasgos de la anemia, somos otros
pero
hermosos, frágiles (como las naranjas
que
azulan sus óxidos) para la inquietante belleza del hambre,
soles
muertos del invierno, pulpa de cadáveres
moliéndose
—sobre
estos ferrosos techados—
nieve
de azulada sal
nieva azulada sal.
(Ciudad
de México, invierno de 2008.)