domingo, 29 de marzo de 2009

Menguante*




Adriana Tafoya, Yolanda Aguirre y Óscar Wong,

en el Museo Mural Diego Rivera.



(Días del onanismo poético)


Mujer no seas fiel al miedo: guarda a tu madre en un cajón. YA



Me parece importante comentar sobre el contenido ideológico de la poesía. Aquí tenemos poemas de amor a la naturaleza femenina, y al fin y al cabo, a la naturaleza creadora de sí misma. Al menos, esa era la primera intensión: poemas sutiles y cortos como dentro de un cuerpo multiorgásmico deshojándose libro:

Este libro rosa, a manera de calendario o diario personal, “Menguante”, de Yolanda Aguirre, nos da en sus cincuenta y cuatro páginas una ventana abierta (la de su casa) para mostrarnos su itinerario; una semana que comienza por el viernes para desatar su fin en un jueves medroso, en el cual escribe un poema titulado “seis días y siete noches”.




La intensión fundamental (a manera de propuesta) es entregarnos 28 lunas con sus respectivas emociones, como lo son el miedo, el dolor, la tristeza, la felicidad, los celos. Aguirre, nos regala este su primer libro y hace que surja una pregunta, en este tiempo tan vigente: ¿habría que replantear la poesía femenina?




Lo que es notorio en la poesía de Yolanda, sobre todo en los primeros días de este diario cotidiano, es una sensualidad y sexualidad subliminal, influencia, en parte, de la poesía sáfica, en poemas pequeños, seductores, donde es esencial el cunnilingus a la rosa, la lengua al “Deleite privado” y el erotismo que se encuentra en un hombre que bebe su propio semen. Cito: “Vienes del sueño, me encuentras lechosa, bebes, dejando lagunas en cama, penetras, entre luces de pájaros y árboles”. Hay un erotismo masculino donde la dama llueve y también se convierte en semen; y canta como tal: sobre todo en el siguiente verso, que utiliza a manera de frase o cita: “me enamoré como se enamoran las mujeres inteligentes, como una idiota”. ¿Tiene que ser necesariamente lo femenino un reflejo de la creación masculina?, ¿será el rol femenino creado algún día por las mujeres?







La poeta trata de resolver estas preguntas y nos lleva por su bitácora: logra poemas delicados, redondos, frutales, austeros, y a la vez, jugosos y minimalistas, por así decirlo; los logra por el buen sentido en el acomodo. Versos que coquetean con el aforismo, dentro de una poesía sutil, vivencial y costumbrista que empieza por el fin de semana: el viernes, donde a manera de recetario habla del erotismo del día, nos da la lista de ingredientes para encontrar al príncipe azul y no necesitarlo. Pero para el sábado, el erotismo se transforma en desilusión, en rompimiento, cito: “construí una casacorazón, casa de segunda en segundo piso, pero no fue nuestra, ni siquiera pudo ser amor", o en el poema “La tarea”: “Cuánto afán en un beso furtivo, el fin es tragar la soledad que nos sale por la boca”. Soledad que se vive aún conviviendo en pareja, pues la desolación radica en la mente.




Para el domingo da otro giro, en “Saudosa”, despierta el deseo de la libertad sexual, la libertad de hacer el amor en los autobuses, en el metro, en las calles, en los aviones. “Como un girasol que busca y se apaga tanta comezón en el ombligo”. Se encuentra en estos poemas dominicales, lo contradictorio de la unión y el desprendimiento, del coito y la despersonalización de los seres, sin ánimo propio, sin voluntad, confinados a moldearse engranes para la gran maquinaria sin esencia, cito: “Me canso, sucede y nada tiene de particular, sin reflejo, sucede que no miro, que no me encuentro, sucede y nada tiene de particular”.




La poeta se escapa de sí misma para refugiarse en este poemario sensorial lleno de sentimientos, que quizá fue escrito en “Junio”. ¿Qué nos dice este libro de Yolanda? Que la tristeza es más fuerte que nosotros y no podemos desaparecerla, pues es un virus que corroe la sangre. Sigue el discurso por la pasión triste. El canto sin expectativas de lo que no tiene esperanza, ni espera, cito: “Las ilusiones como los cristales siempre terminan por romperse”. Así, nos hace ver que no hay lugar en este mundo para mujeres frágiles, como lo manifiesta en este poema: “Yo no soy Silvia Plath, ni meteré la cabeza en el horno, no soy Castellanos y electrocutada no moriré, no Anne intoxicada en la cochera, no Virginia ahogada en el río, tampoco en el mar Alfonsina, No, sólo estoy algo triste”. (Y efectivamente, ya no hay lugar para la fragilidad y la tragedia personal en un país donde otros te la procuran).




El discurso poético del domingo concluye con nostalgias sexuales: “No sé que extraño más, si las furiosas embestidas o los besos en la espalda”, escribe Aguirre para presentarnos un lunes que se transparenta lúbrico, bisexual, con cultos cantos a lo fémino, a la llegada del primer derrame, donde somete al género femenino a una exploración del yo fisiológico, del yo anatómico, o al intento de desgarrar el mito del huevo menguado en el vientre: “¿Acaso desconfías porque sangro?”, pregunta en el poema “Menguante”, que da título a este libro.




El martes, a manera de comentarios en la agenda lunar, habla de la alevosía, de los celos, la indiferencia; los poemas se retuercen testimoniales, como en el que lleva por título: “¿Cuántos egos caben en tu yo?”, pero desde la óptica masculina: ¿tendrá que ser el amor femenino resultado de la mutilación del cerebro? ¿Será que el ego de todos los hombres cabe en el “corazón” de una mujer, sabiéndolo acomodar?




Para el miércoles hay una serie de poemas con un deseo tormentoso por alcanzar la belleza; sin embargo nos involucra en una prosa, tal vez a su madre, “Orelia”, pues al parecer es una especie de apéndice secreto dentro del libro, que seguramente la poeta no retiró por ser aún órgano vital, por su valor estimativo.




El jueves toma aire de poesía naif. Habla de manera reflexiva en el poema llamado “Libertad”, que dice: “Ahora para hacerlo, ni le pienso, ¿pero en qué pienso mientras lo hago?, en mi madre soñando con un vestido blanco, de novia inmaculada”. Si replantear la poesía implica cuestionar lo que nos han enseñado nuestra madres, quizá hay no sólo que esconderlas en un cajón, sino varios metros bajo tierra, para que no vengan a invadirnos sus fantasmas, como lo dijo Yolanda el jueves pasado: “Mujer no seas fiel al miedo: guarda a tu madre en un cajón”.

“En seis días y siete noches” todo puede ocurrir, incluso el Armagedón, así como también la poiesis misma de un mundo: este poema a manera de conclusión nos muestra una poesía aún condicionada por la Luna y por la elevada de las mareas. Sin duda este es un poemario para lectoras o lectores, donde el amor y la familiaridad son el eje central de su horario cotidiano. “Espero no olvidar las llaves ni sacar la basura”, recuerda Aguirre antes de cerrar la ventana de este poemario que nos hace reflexionar sobre el peligro que corremos: no vaya a ser que la novia, madre inmaculada, venga por la noche, nos guarde en su cajón, y no podamos salir de él jamás.





*Texto leído en la presentación el poemario de la poeta regia.